PREGONERO: MIGUEL ÁNGEL MARTÍN RODRÍGUEZ
Muy buenas noches:
Sra. Alcaldesa, Concejales, Representantes de Asociaciones, Cofradías y Peñas, Personas que nos visitan en estos días, un recuerdo afectuoso para todos aquellos que ya no se encuentran entre nosotros. Pueblo de Valdeverdeja, mi más cordial y cariñoso saludo.
De orden de la Sra. Alcaldesa hago saber, que he sido llamado a pregonar las fiestas de la Confraternidad de este año 2010. Me siento muy honrado por tener hoy este privilegio y quiero dar las gracias públicamente y de todo corazón a mi pueblo. Constituye para mí un honor estar aquí ésta noche, porque uno no tiene muchas ocasiones como yo en éste momento, de proclamar a los cuatro vientos lo que uno siente por su pueblo.
Cierto es, que nunca me he visto en el aprieto de dirigirme a todos vosotros que me conocéis de toda la vida, no es fácil, pero permitidme que, en ésta noche de Agosto, en la que me prestáis vuestra amable atención, os muestre y resuma en pocos minutos, ¡Cómo suelo presumir, allá por donde voy!, de mi pueblo, de sus gentes, de sus costumbres y de sus ¡FIESTAS!
Porque un pueblo, es mucho más que sus monumentos, sus calles y sus plazas. Son las raíces, las vivencias y el alma de todos. Nuestro pueblo, es nuestra esencia, nuestra señal de identidad, nuestra fortaleza, nuestra referencia. Y esto, no sólo satisface mi condición de Verdejo y mi vanidad de persona, sino que me permite expresar en voz alta, mis sentimientos de afecto y cariño a mi pueblo y a mis gentes.
He de mostrar respeto a los anteriores pregoneros, personajes relevantes de la vida cultural, de la televisión y vecinos ilustres de éste pueblo, que pusieron el listón muy alto. Ellos dijeron mucho y bien de nuestras fiestas, por ello, os voy a hablar desde mi corazón, desde el sentimiento hacia el lugar que me vio nacer. Yo soy hijo del pueblo y como tal me expresaré.
Memoria de la niñez, me trae una retahíla de recuerdos, colores, olores, voces, juegos, risas y llantos. Algunas de esas escenas están grabadas en mi retina para siempre, estas memorias son mías y vuestras, el patrimonio de todos.
Aquí nací y aquí viví mis nueve primeros años. Mis primeros pasos los di en la escuela de tío Faustino, como muchos de vosotros, aprendimos las vocales, el abecedario y la tantas veces cantada tabla de multiplicar.
Más tarde, en las escuelas de villa, trataron de desasnarnos y encarrilarnos por el mundo del saber y de las letras varios Maestros y alguna varita de almendro tan temida.
Tuve la gran suerte de vivir en la misma plaza, y esa, fue la otra gran escuela: de juegos y bailes, de fiestas y tómbolas, de carnaval e instrucción, de función y tiovivo. De gentes en torno a los “poyos”, de contratos y ventas y cómo no, de las tradicionales camionetas que iban y venían, que traían y llevaban. ¡Qué feliz infancia a las puertas de casa!, ¡Qué juegos de cilindros y tabas, de carreras y saltos!
En muchas ocasiones, he echado en falta a este pueblo, el de todos nosotros, he sentido añoranza por esta tierra, por su historia y también por los recuerdos de la infancia y de la juventud.
Nuestro pueblo, de pasado esplendoroso, todos sabemos que no es el pueblo más bonito del mundo ¿y qué?, para nosotros es como si lo fuera, y es que Valdeverdeja no es un pueblo cualquiera ¿Qué tendrá que tanto arraiga? Quizá será nuestra forma de hablar, nuestras costumbres, nuestras raíces, no lo sé, pero jamás debemos olvidar que somos hijos de aquí.
Valdeverdeja es un pueblo grande, y no por el número de habitantes, sino por sus personas valientes, sus hombres duros, esforzados trabajadores del campo, de los oficios, de los negocios.
¡Qué lejos queda el trabajo de los segadores!
¡Qué habrá sido de aquellos zagales, y gañanes!
¡Ande andarán los pregoneros, “alañaores”, y el cominero!
¡Han parado de dar vueltas las norias, los molineros, los “trillaores”, el aguador!
¡Qué fue de los herradores, “esquilaores”, esparteros, y guarnicioneros!
Apenas ha pasado medio siglo y no sé ¡cuantos oficios desaparecidos por el progreso!, pero su memoria perdurará siempre, porque sobre ellos se asienta la memoria de todo un pueblo.
Nos ha perjudicado siempre que no atravesara por el pueblo ninguna vía de comunicación importante, lo que nos ha condenado al aislamiento, por eso, tal vez, nos hemos hecho más conservadores de lo nuestro y estamos orgullosos de nuestra manera de utilizar el lenguaje, no renunciamos a la solanera del verano como no renunciamos a nuestras viejas expresiones como el “Miatu”, el “Velahile”, y el “Miraquestá” o aquella típica conversación “ha “venío” un forastero “en ca” fulano”, o “te has “fijao” en la moza de zutano”. Estos y otros recuerdos se agolpan en mi mente de cuando éramos niños y esperábamos los días de fiesta.
Muchos de los que estamos aquí esta noche, sabemos lo que es dejar nuestra tierra para ganarnos el pan, por eso pido a los que un día nos fuimos de aquí, que no dejemos de regresar a nuestro pueblo natal y que lo hagamos con hijos y nietos, que nunca pierdan las raíces de sus antepasados, que sientan el orgullo de ser “Verdejos”
Que éstas fiestas sean las de todos, que todos tengan cabida y lo pasemos bien, que sean fiestas de compartir y de acoger, de ensanchar nuestras casas, para encontrar tiempo de recordar y convivir, para estrechar manos, para reforzar la amistad, que reine la alegría y la diversión, que nos invada la nostalgia, saludaos como viejos amigos, bailad, cantad, reiros y dejaos llevar por la música.
Tras éste atril os sugiero: que olvidéis las tristezas, dejad a un lado la crisis, esconded los problemas y disfrutad por unos días, que cuando la fiesta acabe, cada mochuelo a su olivo y de vuelta a la dureza.
Y llega la hora de pedir y de dar. ¡Empezaré dando!
a) En primer lugar dando las gracias a mis padres que no escatimaron esfuerzos para dar a sus hijos lo mejor.
b) Seguidamente y no creáis que me había olvidado quiero dar las gracias con mención especial y emotiva a las mujeres de mi pueblo, pues si antes he hablado de los hombres y de los oficios perdidos, ahora toca hablar de las mujeres que aún a día de hoy siguen manteniendo parte de nuestra esencia. Hoy seguimos viéndolas sentadas a la puerta de casa cosiendo y cosiendo como hace tantos años. Todavía les queda humor para vestir los “Mayos”, y continúan haciendo los impresionantes trajes de Carnaval, ¡Que no olvidemos el sabor del delicioso convite, ni el de la cachuela o el de las gachas! Un beso para todas ellas, para las madres de nuestro pueblo, dignas, soberbias, señoras de todo un pueblo.
c) Manifestar mi gratitud a la Corporación Municipal por haberse acordado de mí y por su eficaz labor en el sostenimiento de nuestro pueblo.
d) También a nuestros jóvenes que son el futuro, que ponen en las fiestas la alegría, la fuerza. Necesitamos que ésta nueva hornada de jóvenes con empuje y nuevos bríos, hagan que nuestra fiesta no decaiga y que siga alcanzando cada vez, cotas más altas. Apostar por la colaboración de todos como la mejor forma de engrandecer el pueblo, ¡Y cómo no! A las numerosas peñas, desde aquella primera “Peña Taurina Verdeja” hasta las más de veinte en la actualidad, que sigan manteniéndose y conserven algunos nombres emblemáticos nuestros como “Los Goleores”, “Los Cascarrudos” y “Pon de bebel”, entre otras.
d) Por último, saludar a los emigrantes extranjeros que hoy trabajan aquí cuidando con cariño a nuestros mayores y realizando otras labores, les abrimos los brazos para que se sientan también un poco “Verdejos”.
Ahora voy a pedir, en primer lugar a las autoridades, que si el pueblo está en proceso de crecimiento, se haga de forma eficaz y rápida, poned las menos pegas posibles, que si nosotros no somos capaces de mantener viva esta tierra, nadie va a venir de fuera a hacerlo y si mantenemos el pueblo, los jóvenes, los negocios, el trabajo también podrá mantenerse.
Por último, os pido disculpas si consideráis que me he ido de lo que es un pregón de fiestas, ha sido un placer pasar este rato con vosotros, que me siento feliz y contento de ser yo quien os llame, desde esta plaza, a disfrutar de las fiestas que hoy comienzan y si necesitáis algo de mi, siempre estaré dispuesto a echaros una mano.
Quedáis todos invitados a participar en las fiestas, que la alegría, el bullicio, el jolgorio y la armonía nos acompañen, y para que puedan empezar las fiestas
HE DE CALLARME
¡Viva Valdeverdeja! ¡Vivan sus fiestas!
Muchas gracias